Nadie tiene mayor amor que
este
4 de abril,
2009
Queridos hermanos,
“Nadie
tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus
amigos.”
(Juan 15:13)
La última
población judía en Europa se encontraba en Budapest,
Hungría. En
el verano de 1944, los Judíos de Budapest se enfrentaban
a la amenaza diaria de deportación. Meses antes de
la terminación de la Segunda
Guerra Mundial, un joven sueco, llamado
Raoul Wallenberg estaba trabajando en Budapest. Fue asignado
como primer secretario de la delegación sueca en
Budapest con una misión de iniciar UNA OPERACIÓN DE
RESCATE de los Judíos. Usó su estatus
diplomático para salvar a muchos judíos húngaros
entregándoles pasaportes protegidos (que los
identificaban como suecos en espera de
repatriación).
Su fin era de salvar las vidas de todos los
judíos que podían, dándoles un pasaporte sueco y
llevándoles a Suecia. Ya los Nazis
habían “limpiado” a Hungría de casi todo los judíos,
pues más de 430,000 hombres, mujeres y niños habían
desaparecido.
12,000 al día fueron llevados como ganado en
trenes a los campos de exterminación en
Alemania.
Raoul Wallenberg,
con la autorización del gobierno Sueco, empezó a
distribuir los certificados de protección emitidas por
la delegación sueca a los Judíos, intentando salvar las
vidas de estas pobres criaturas condenados a los hornos
de exterminación.
En las últimas etapas de la Segunda
Guerra Mundial, trabajó incansablemente
y corrió grandes riesgos para salvar a miles de judíos
húngaros del Holocausto. Asimismo,
alquiló algunas casas para los refugiados judíos con
fondos de la embajada y les puso en la entrada letreros
falsos en los que se leía "Biblioteca de Suecia" o
"Instituto Sueco de Investigaciones". Albergó también
a otros refugiados en las delegaciones suecas de
Budapest.
El odio de Hitler
encendido del infierno, no tuvo limites, pues quería
borrar de la tierra cada recuerdo de su padre judío que
el odiaba.
Wallenberg expuso su vida muchas veces,
enfrentándose al GESTAPO para poder librar de la muerte
tantos judíos que no tenían escapatoria. Él terminó
siendo arrestado por los soviéticos tras la entrada del
Ejercito Rojo y encarcelado en Rusia. Nunca se supo de
él después de ser arrestado por el KGB.
Nosotros también
tenemos una COMISIÓN DE RESCATE, por una autoridad
reconocida en el cielo y temida en el infierno para dar
“pasaportes” al cielo, para escapar la condenación que
el diablo ha decretado en contra de cada ser
humano.
Antes de Wallenberg, Cristo dio su vida para
salvarnos del horno del infierno y para poder gozar de
la vida eterna con Él.
Para los que no
tienen meta ni ilusión, le hago recordar el valor de
este joven que a pesar del peligro, arriesgó su vida
muchas veces para salvar unas vidas. Ahora nos toca a
nosotros, con las buenas nuevas del reino de Dios de
comunicar el mensaje de reconciliación con Dios. Como embajadores
de Cristo, rogamos a los que el diablo ha cegado y
engañando, de escapar el destino que Satanás ha planeado
para todo ser humano que lleve la imagen de Dios en su
alma. Como
Hitler en su odio a su padre planeo el exterminio de los
judíos, así mismo Lucifer ha planeado destruir a los que
Dios ama, llevándoles con él al infierno eterno. No hay mayor
privilegio que ser un instrumento de Dios en la
salvación de las almas. Wallenburg pudo
en su corta vida, salvar casi 100,000 judíos. Esto es un reto
para cada joven cristiano de dar su vida para rescatar
los destinados a muerte.
Ester, la reina,
pudo por su intercesión, salvar su nación de la ira de
Amán, que también como Hitler, por su odio a Mardoqueo,
planeo el exterminio de la nación judía. Nosotros o por
la intercesión o por el evangelización, podemos ser
instrumentos en las manos de Dios de salvar hombres,
mujeres y niños, del destino mortal que les espera sin
Cristo.
Habrá dificultades, persecución y luchas
espirituales, pero si no perdemos la visión, ni la
urgencia de la Gran
Comisión, podemos hacer algo positivo
con nuestra vida que durará por la eternidad. Los que salvan
almas serán como las estrellas.
“Los
entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad.” (Daniel
12:3)
Un abrazo fraternal
en el amor de Cristo,
Daniel |