Una palapra personal para ti
El Espíritu de vida en Cristo Jesús

10 de junio, 2009

Queridos hermanos,

“Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección.”  (Hebreos 11:35 RV60)

“Algunas mujeres confiaron en Dios y, por eso, Dios hizo que sus familiares muertos volvieran a vivir.”  (Hebreos 11:35 BLS)

En el capítulo once de Hebreos, el escritor enumera los héroes de la fe del Antiguo Testamento.  Entre ellos hay una mujer, aunque no la nombra, creo que se está refiriendo a la mujer sunamita, que por su fe y persistencia consiguió que Elías resucitase a su hijo.  Este versículo abre un horizonte sin límites en mi mente.  “Las mujeres recibieron a sus muertos mediante resurrección.”

¿Podemos morir espiritualmente?

El nuevo nacimiento nos hace partícipes de la naturaleza Divina, y herederos de Dios.  No obstante, es solamente el comienzo de esta vida espiritual.  Pero también, después de que uno nace de nuevo, y la vida de Cristo comienza a desarrollarse en su espíritu, es necesario cuidar y alimentar esa vida.  San Pablo nos advierte que aunque hemos recibido a Cristo y hemos nacido de nuevo, si vivimos según las directrices de carne, moriremos.

En Romanos 8:13 San Pablo da un aviso muy claro cuando escribe: “Porque si vivís conforme a la carne, MORIRÉIS; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.”  Si no crucificamos las obras de la carne por el poder del Espíritu Santo, esa vida nueva que ha comenzado a crecer cuando recibimos el evangelio, puede morir.

En Colosenses 1:21-23 San Pablo explica que la salvación va a depender y está condicionada a: “si en verdad PERMANECÉIS FUNDADOS Y FIRMES EN LA FE, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído.” Hay que llegar hasta el fin.

En otro lugar nos amonesta que debemos “mantener la fe y una buena conciencia.”  También La Escritura nos advierte que podemos descuidar nuestra salvación:

“¿Cómo escaparemos nosotros, si DESCUIDAMOS UNA SALVACIÓN tan grande?  La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron.”  (Hebreos 2:3)

En la parábola del sembrador, parte de la semilla cayó entre espinos y abrojos y aunque nació y comenzó a crecer, fue ahogada por la mala hierba que se refiere al engaño del pecado y al engaño de las riquezas y los afanes de la vida.

Hay muchos que continúan asistiendo a los cultos, pero que han muerto espiritualmente. Algunos por permitir el pecado, han vuelto al vómito, otros por guardar el veneno del rencor y la amargura, otros por el descuido de sus vidas espirituales han dejado de respirar el oxígeno del cielo.  Han mirado atrás, a Sodoma y como la esposa de Lot se han endurecido.

Detrás del espíritu de incredulidad se esconde la muerte

“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de INCREDULIDAD para APARTARSE DEL DIOS vivo.”  (Hebreos 3:12)

Detrás del espíritu de incredulidad viene el espíritu de muerte, que quiere separarnos de Dios, la fuente de vida.  El espíritu del anticristo es el espíritu maligno de la incredulidad.  Estos demonios tienen como meta cegar los ojos del entendimiento de la humanidad para que no les resplandezca la luz del evangelio.  El ambiente de esta sociedad es de rechazar la luz y ese espíritu puede afectar e infectar al creyente, trayéndole dudas y al final incredulidad.  Somos partícipes de Cristo si mantenemos firme nuestra confianza hasta el fin.

Muchos salieron de Egipto, pero por la incredulidad y la desobediencia, sus cuerpos quedaron tendidas en el desierto y no entraron en la tierra prometida.  En Hebreos 4:1-2 Dios dice:

“Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su REPOSO, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.

Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, POR NO IR ACOMPAÑADA DE FE en los que la oyeron.”  (Hebreos 4:1-2)

La fe tiene que ser alimentada

La fe debe ser alimentada continuamente porque si no, tendemos a perderla.  Cuando escuchamos La Palabra o la leemos con fe, esa Palabra viva es digerida y nos alimenta, nos nutre y sostiene la vida de Dios en nosotros.  Al perder la fe, o no ingerir La Palabra nos debilitamos hasta morir espiritualmente.  Como el maná, que se recogía diariamente, así tenemos que alimentarnos de La Palabra, diariamente.  Jesús dijo:

“Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son VIDA.”  (Juan 6:63)

“El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna; y Yo le resucitaré en el día postrero.”  (Juan 6:54)

Jesús se refería a beber de su espíritu y a comer de su Palabra, el verbo hecho carne.  Cuando no nos alimentamos y aprovechamos de los medios de gracia que Dios ha provisto, vamos perdiendo vida.  Es comiendo la palabra, bebiendo de su espíritu, que nos vamos edificando en nuestra santísima fe, que podemos mantener esta vida y crecer en la gracia.  La forma de comer ese pan, es creer en Él y comer su Palabra mezclada con fe y con sumisión.

“Él respondió y dijo:  Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, SINO DE TODA PALABRA que sale de la boca de Dios.”  (Mateo 4:4)

La ley del espíritu de vida y la ley de muerte

En el estudio de la física hay dos leyes básicas y principales que son:  la Primera y Segunda Ley de la Termodinámica. La Primera Ley de Termodinámica es el principio de conservación de la energía.  Afirma que la energía no se crea, ni se destruye, solamente se transforma.  La Primera Ley de Termodinámica, es la ley de la energía perpetua o lo que la Biblia llama, la VIDA ETERNA.  Dios es la primera causa de la vida; el origen de toda fuente de energía.  Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre y su vida nunca se disminuye.

San Pablo por revelación reconoció estas leyes y las llama las leyes del ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS y la ley del pecado y la muerte.

La ley del pecado y la muerte.  En Romanos 5:12 San Pablo nos explica que así como: “el pecado entró en el mundo por un solo hombre, y POR EL PECADO LA MUERTE, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”  Esta verdad se refiere a la Segunda Ley de Termodinámica que es la Ley de la Entropía.  Esta ley establece que la materia y la energía siempre tienden a cambiar de un estado complejo y ordenado, a un estado simple y desordenado.  Esta ley es vista como la "ley del desorden".  Explicado sencillamente, toda la creación está en un proceso de deterioro. Todos envejecemos.  Todo va del lo complejo a lo simple, y no al contrario, como suponen los evolucionistas.

Espiritualmente hablando, es LA LEY DE LA MUERTE la que entró como consecuencia del pecado.  El pecado obra en nosotros la muerte eterna.  El hombre, sin la gracia de Dios, tiende a degenerarse y ser cada vez más corrupto.  La única manera de contrarrestar y vencer esa ley en nuestros miembros, es por el poder del Espíritu Santo, es decir, el ESPÍRITU DE SANTIDAD.  Cuando no hay santidad, hay muerte.  La santidad resucita.

“que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el ESPÍRITU DE SANTIDAD, por la resurrección de entre los muertos.”  (Romanos 1:4)

“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:11)

La ley de la vida en Cristo Jesús.  Pablo revela que hay otra ley mayor que la ley del pecado y muerte y se llama “La Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”.  Se le puede llamar la ley de la vida eterna.  Ahora tenemos una NUEVA LEY que obra en nosotros, la ley de la vida eterna, la ley del Espíritu Santo, que nos libra de la ley del pecado y de la muerte.

“Porque LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”  (Romanos 8:2)

Es el poder del ESPÍRITU DE SANTIDAD el que resucitó a Cristo de los muertos.  Este poder es mayor que la ley del pecado y de la muerte, el que nos mantiene en vida, venciendo la carne, el mundo y el diablo.  Dios ha provisto un poder mayor que toda potestad del anticristo que domina este mundo para el creyente.  No nos ha dejado a merced de la corriente de este mundo, ni bajo el dominio del príncipe de este mundo, el diablo.

Muchos se rinden ante la tentación, y viven vidas según la carne, pues no se apropian del poder vivificador del Espíritu Santo.  Sin este poder de la resurrección, estamos siempre cayendo y levantándonos, llevados de aquí y allá, algunas veces en victoria y otras en derrota. Pero no somos deudores a la vieja naturaleza para obedecer sus impulsos, ¡Dios ha provisto algo mejor!  La SANTIDAD ES EL PODER DE VIDA eterna operando en nosotros.

Dos tipos de creyentes

Hay dos hipótesis que Pablo presenta en Romanos 8.  La primera hipótesis está en el versículo 10.

“Pero si Cristo está en vosotros, el CUERPO EN VERDAD ESTÁ MUERTO A CAUSA DEL PECADO, mas el espíritu vive a causa de la justicia.”  (Romanos 8:10)

¿Que quiere decir esto de que el cuerpo está muerto a causa del pecado?  Lo que está diciendo es, que el espíritu regenerado, está vivo por la justicia de Cristo imputada al creyente.  El espíritu está vivificado y tiene comunión con Dios, pero se encuentra encadenado a un cuerpo que aun no se halla vivificado.  Es un creyente nacido de nuevo, pero no controlado ni lleno del Espíritu Santo.  Con su espíritu adora a Dios, pero la carne le arrastra.  Entonces se libera la lucha entre el espíritu renovado y el cuerpo todavía no vivificado.  Es un cuadro del creyente impotente, sin estar armado para la guerra.

Y la otra hipótesis, es la del creyente lleno del Espíritu, orando en el Espíritu, andando en el Espíritu y venciendo por el Espíritu Santo.

“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús VIVIFICARÁ TAMBIÉN VUESTROS CUERPOS MORTALES por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:11)

En estos dos versículos expone las dos hipótesis.  En conclusión, dice que si el Espíritu de Santidad que levantó a Cristo de los muertos habita en nosotros, podemos vencer las tendencias carnales y así no somos deudores a la carne para obedecer sus concupiscencias.

La vieja y la nueva naturaleza

Jesús dijo:  “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es.”  (Juan 3:6)

Entendemos que la carnalidad proviene del hombre natural, es decir, de la naturaleza que heredamos.  Todo lo que ha sido heredado de los padres y antepasados.  Las obras de la carne son visibles:

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; de las cuales os denuncio, como ya os he anunciado, que los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.” (Gálatas 5:19)

La carnalidad es evidente en los que no han CRUCIFICADO LA CARNE con sus deseos.  Esto puede ser debido a dos causas: Una, por ser novato, inmaduro, y recién convertido.  La otra, por no haber obedecido al Espíritu Santo y no haber puesto la vieja naturaleza bajo sumisión.  Tanto, los deseos carnales del cuerpo, como las reacciones y actitudes de la vieja naturaleza, se tienen que poner bajo el control del Espíritu Santo.  Pablo dijo:

“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si viviereis conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu mortificáis las obras del cuerpo, viviréis.”  (Romanos 8:12)

Pablo no da ninguna escusa por la debilidad de la carne, sino que en el capítulo ocho, introduce la ley de vida en Cristo Jesús que nos da el potencial para vivir en santidad.  Dijo en Filipenses “quiero conocerle en el poder de su resurrección”.  Aquí se refiere a lo mismo, a vivir una vida santa, por el poder del Espíritu que nos eleva a un nivel espiritual por el cual podemos obedecer al espíritu de la ley, llenos del amor de Dios, pues el amor cumple toda la ley. Lo que era imposible por la ley, es posible por la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.  Así, él mostró que la ley de Moisés no pudo vencer la ley del pecado y la muerte, pero la ley del Espíritu de Vida en Cristo puede hacerlo.

Lo contrario es también verdad. Si no crucifico la carne, voy a contristar al Espíritu Santo y no voy a crecer.  No voy a avanzar hacia la madurez espiritual que Dios tiene planeada para mí, y lo que es peor, puedo llegar a morir espiritualmente.

Una indicación de muerte espiritual es la falta del espíritu de oración

“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”  (Mateo 26:41)

Una de las indicaciones de que estamos muriéndonos espiritualmente, es cuando nos falta el espíritu de oración. Cuando uno deja de orar, allí comienza la muerte espiritual.  Si perdemos el espíritu de oración, estamos muriendo.  ¡No respiras! Ya no respiras el oxigeno del cielo, sino que los pulmones se llenan del mismo aire contaminado de este mundo.  En vez de tener la mente de Cristo, regresamos a la mente carnal que es enemistad contra Dios.  Al no amar a Dios supremamente, el amor al mundo llena el corazón y esa vida preciosa que hemos recibido, se va acabando.

Entonces ¿Cómo se puede resucitar a los que se han muerto espiritualmente?  Hemos visto en el texto de Hebreos, como mujeres santas han recibido a sus familiares muertos, resucitados.  ¿Cómo?  Por su intercesión.  Por los gemidos indecibles de la oración eficaz del justo.  Por ponerse en la brecha por sus hijos, maridos y familiares e intercediendo por ellos como hizo Abraham por su sobrino Lot, y como hizo Moisés por el pueblo de Israel cuando Dios había decidido destruirles.  Los intercesores detienen la mano del Juicio de Dios que merecen los que se han apartado de Dios y Dios les da otra oportunidad.

“Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, PEDIRÁ, Y DIOS LE DARÁ VIDA; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte.  Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.”  (1ª Juan 5:16)

El estado de todo aquel que está separado de Dios, es de muerte espiritual.  Dios ha dado vida a los que han creído y se han arrepentido de sus pecados.  “Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo.” (Efesios 2:5)

Muchos que se han enfriado y han dejado su primer amor, o que han permitido que el enemigo les robe su fe y su esperanza, están en peligro de padecer la muerte.  Si las mujeres santas del Antiguo Testamento, por su importunidad, persistencia y fe, recibieron a sus muertos resucitados, cuanto más nosotros que tenemos la ayuda del Espíritu Santo. El nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos orar o pedir como conviene.  El Espíritu Santo, conociendo el dolor de nuestros corazones y la voluntad de Dios, intercede por nosotros (los santos) con gemidos indecibles.  Esto significa que hay una oración tan profunda, que solamente con gemidos del Espíritu puede ser expresada.

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el ESPÍRITU MISMO INTERCEDE POR NOSOTROS con gemidos indecibles.”  (Romanos 8:26)

Jesús, antes de llegar a la tumba de su amigo Lázaro, estaba gimiendo y orando.  Cuando llegó a su tumba oró en voz alta para que los demás pudieran oír y dijo:

“Padre gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes… dicho esto clamó a gran voz:  “Lázaro, ven fuera” y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas.”  (Juan 11:43-44)

No fue la muerte de Lázaro lo que glorificó a Cristo, sino su resurrección.

Después que has orado con fe, inspirado por el Espíritu Santo, y Dios te da la seguridad y confirma en tu corazón que tienes la respuesta, deja de orar y de pedir, y comienza a darle gracias.  Cada vez que tu familia te viene a la mente, di: “Padre, gracias que me has oído.  Y confieso que mi familiar será resucitado.  Declaro que será resucitado.  Mando que salga fuera de su tumba de incredulidad.  Declaro que vivirá”.  Repite el nombre de tu familiar y con la autoridad de Cristo di:  “¡(Nombre de tu familiar) sal fuera!”  “¡Levántate de entre los muertos en el nombre de Jesús!”

¿Qué puedo hacer ahora?

Quizás tú te sientes que el “rigor mortis” espiritual ha comenzado a paralizarte, entonces toma en serio los avisos de Dios y no dejes que pase otro día sin arrepentirte y volverte hacia Dios con todo tu corazón y haz tus primeras obras.  Recuerda la historia del hijo pródigo, que cuando volvió en sí, decidió regresar a casa.

Pide a la Iglesia que te ayude a salir del pozo.  Pide oración para echar fuera el espíritu de incredulidad que trae la muerte espiritual.  Toma las medidas necesarias para recobrar tu fe.  El diablo quiere zarandearte como trigo, y necesitas saber que tienes un abogado, Jesucristo que está intercediendo por nosotros.  No te separes del rebaño, pues los lobos buscan la oveja que está sola e indefensa.  Vuelve al buen pastor que te ama y quiere restaurarte.

Ahora, no vuelvas a hacer la guerra espiritual sin estar lleno del Espíritu Santo.  Pon tus prioridades en orden y mantente firme en la fe, así podrás resistir el diablo.  Podemos vivir una vida victoriosa por encima de la ley de la gravedad del pecado.  Lo que parece imposible, se volverá posible, si estamos llenos del Espíritu Santo.  Recuerda que Dios está de tu parte, Él quiere que tú ganes.  ¡No dimitas!  ¡Avanza!

Amén.

En el servicio de nuestro Señor Jesucristo,

Daniel

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